Terminados


JANÉZ
Ana  del C. Figueroa Salazar
   
¡Levántate mujer! Era el pensamiento que abundaba en mi mente cuando comencé a oír a las personas que pasaban por la acera de la calle, los carros transitando y una que otra madre gritando por su hijo; con pesadumbre a penas pude abrí los ojos para ver la hora –8 AM, que imprudencia de toda la gente- volví a cerrar los ojos, hundiendo mi cabeza debajo de la almohada, puse las manos sobre ella, como si con esto el mundo quedaría mudo, y sin darme cuenta me quedé tan quieta que dormité por un momento, hasta que de pronto… un aroma a limón penetró la habitación.

Quité la almohada, me senté con las piernas al frente, mis brazos alrededor de éstas, respiré profundamente y recordé que era el olor de Isabela, mi bisabuela de 87 años, quien en sus últimos días lucía pequeña por la edad, su piel morena ya estaba toda arrugada y sus ojos nublados. Cada mañana ella se preparaba el zumo del limón con miel, remedio preferido para aclamar la inmortalidad, cosa que no funcionó del todo. Después de su acostumbrado ritual  se dirigía a la sala, donde yo siendo niña tendía una ciudad de muñecas y castillos de libros, llegaba silenciosa tratando de no distraerme y peinar mi cabello sin caprichos, única labor en la que le pedía ayuda pues siempre me ocurría la ironía de enredármelo con el cepillo, en ese instante, era en el que su recuerdo se fundía con la fragancia de sus manos ya perfumadas al cítrico.

Ella había fallecido 2 años atrás por causas naturales, su corazón no soportó estarse enamorando tantas veces de los nietos o bisnietos venideros, y desenamorarse tanto de los yernos o nueras que decidían separarse de la familia, tras las irremediables peleas de casados, según ellos cansados de la rutina, para terminar volviendo a los siete días. Esa era Isabella, el sarcasmo palpitante que solo vive en la memoria y en un reboso viejo lleno de colores.

 Así que envuelta en esa escena tan sólo deseaba ir a buscar el lugar donde provenía el aroma.

Acomodé mi cabello revuelto, arrojé con mis pies la suave sábana que me cobijaba… de pronto sentí algo frío y ruidoso que se asomaba debajo de mi coxis, sin poder abrir los ojos por completo lo tomé con una mano, vi que era la envoltura transparente de una cajetilla de cigarros, la apreté en mi puño con fuerza, quise arrojársela a Fede, mi novio que estaba dormido profundamente junto a mi; y la razón por la que siempre trato de convencerme de que ésto es parte del precio de un “te amo”, quien a parte de fumar porque está con sus amigos, solo, para calmar su estrés, para celebrar, y para todo, siempre deja todo por doquier. Así que me contuve, la arrojé al bote de  basura que está junto a la puerta del baño, me senté a la orilla de la cama y me estire alargando cada parte de mí, hasta los dedos de los pies, bostecé y traté de desperezarme, hasta que por fin me levante.

Pensé en bañarme, tal y como suelo hacerlo todas las mañanas con agua fría, abrir la regadera, armarme de valor para entrar con brincoteos, pero en esta ocasión la noche anterior me había bañado, así que mejor decidí omitirlo, ---solo por hoy--- me dije a mí misma, y con una sonrisa culposa comencé a cambiarme; tomé el brassier negro con listón rosa, pues recordé el vestido obscuro que tanto me gusta, “ese me pondría”, así que acomodé las copas y los tirantes, tomé cada broche dando inicio al forcejeo cotidiano, ---espero que esta vez si lo logre--- pensé, ¿es normal que me cueste tanto trabajo después de tener que practicarlo 12 años?, mmm...… espero que si, eso me daría una buena justificación como mujer; mientras mis manos no dejaban de moverse tratando de atinar a los ganchos, -realmente es algo que me cuesta trabajo-, puedo hacer malabares con 4 objetos, hacer 10 cosas a la vez, arreglar cosas eléctricas, hacer 60 de las 65 posiciones del Kamasutra… y… ¿abrochar un brassier es lo mas difícil para mí?.

Gire para ver la hora y vi que habían transcurrido 10 minutos tratando de ponérmelo, aún no podía, otra ola del olor llegó de manera fugaz, ---tengo que ponérmelo— es algo que no puedo dejar, recordando lo que mi Isabela siempre me dijo “el cuerpo lo necesita, es una de esas incomodidades que son sanas”, cosa que me mencionó sin conocer el push up, realmente hubiese estado fascinada.

Mis dedos continuaban en su lucha, ya comenzaba a transpirar, mi frente se veía ligeramente mas brillante, cuando de pronto escuche un balbuceo, si, un brillante balbuceo de Fede, me asomé a la recamara, aun lucía profundamente dormido, me acerque a la cama, subí una pierna, me incliné hacia el frente y con los brazos sosteniendo el brassier levante la otra, comenzando a caminar sobre las sabanas, pero él parecía no sentir movimiento, así que me vi obligada a brincar en repetidas ocasiones sin obtener respuesta alguna, me paré titubeante tras los movimientos abruptos y le di patadas suaves en su brazo, aun seguía impávido… de pronto se me ocurrió algo, me recosté a su lado sutilmente, acariciándole su pecho le susurré al oído
---amor, despierta, tengo una sorpresa para ti, ya te prepare el desayuno—
Abrió lo ojos y con un gesto pícaro me tomó de la mano, me senté con un movimiento seductor y lo halé del brazo bruscamente

---me abrochas el brassier por favor--- le dije --- es que no puedooo--- alargué la palabra con una expresión de inocencia
---¡otra vez!, aprende o ponte tiras adhesivas, pero no vuelvas a despertarme por eso —y aun con quejas y de mala gana lo hizo en un instante-
--- ¡si!, lo logré, cada día soy mas ingeniosa, me amo tanto.

Rápidamente me puse el vestido destinado, pues todavía se sentía el lugar abrumado a limón, me coloque las sandalias y salí a la sala esperando encontrar la respuesta, caminé por toda la casa, siguiendo y confiando en mi olfato, me asomé a cada recamara, busqué por debajo de los muebles, subí a la azotea, y no encontré nada, después de una minuciosa búsqueda, me senté a un lado de la ventana que daba a la calle, y percibí el aroma mas fuerte, así que salí a la calle asomándome con curiosidad, vi a don Tomás arreglando a su carro, hombre que siempre atendía mas a su auto que a su esposa, me acerque a él para saludarlo y al hacerlo noté una botella de aromatizante en el suelo, con colores vivos, la tomé y decía

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--- Ya le queda poco--- dijo don Tomás --- ¿lo quieres? Te serviría para cuando nos invites a un desayuno, no devoremos la comida con sabor a tabaco, jaja  -- rió reprimido pero burlesco --
--- si, huele muy rico—le conteste con una mueca de fastidió, pensé en ya no invitarlo de nuevo, si sabía de esos comentarios, pero nadie nunca me lo había dicho; vi fijamente esa lata fría y sabía que no es lo que buscaba, ¿un aromatizante? Yo quería un encuentro paranormal que me dijese cuan grandiosa es la vida, ver a Isabela abrazarla como no lo hice en sus últimos momentos y contarle lo que he hecho en su nombre… pero bueno, -por lo menos podría quitar el olor de los cigarros constantes de FEDE-, ese fue la idea para justificar mi decepción ante los hechos.

Regrese  a la casa, comencé a rociarlo, tratando de que todo el aire quedara empapado, fui a la cocina para hacer el desayuno con los suspiros a flor de piel y los ojos brillantes, viviendo el momento en recuerdos.